Papelera de reciclaje. Dietario. Cuaderno de notas y lecturas.

domingo, 20 de mayo de 2012

Atrapado en la rueda de las obsesiones del Mal

En determinados momentos parece que hay temas que se repiten con obsesiva recurrencia y acabas encontrándolos casi en cualquier lugar. Algo así me ha ocurrido con mis dos últimas lecturas, por un lado la novela del escritor portugués Gonçalo M. Tavares, Aprender a rezar en la era de la técnica, y por otro el ensayo del escocés Martin Davidson, El nazi perfecto, donde narra cómo descubrió el secreto pasado nazi de su abuelo. A pesar de que a primera vista ambos libros parecen no tener nada en común, tanto Lenz Buchmann, personaje de la novela de Tavares, como Bruno Langbehn, el abuelo alemán de Davidson, comparten el genotipo del mal, y es en la descripción y contextualización de esta maldad en la que se transita por el mismo camino, de resultas que a veces no sabía si estaba leyendo a uno o a otro.

Aprender a rezar en la era de la técnica no tiene un contexto histórico definido, aunque en la contraportada se escribe que “evoca el clima político de la Europa Central de entreguerras” y no es difícil advertir en los comportamientos y aptitudes mentales del doctor Buchmann la huella indeleble del nazismo (aunque por ahí he leído a algún despistado que opinaba que el contexto histórico de la novela se encontraba en alguna república exsoviética, cosa que no me cuadra por ningún lado), sin embargo, sí que resulta verosímil encuadrar al detestable y amoral personaje de Tavares como un protonazi perfecto, y el ruido caótico de sus pensamientos en la novela resuenan en la historia familiar de Martin Davidson como el mismo grito alucinado y horrible que llevó a millones de seres humanos a las cámaras de gas o los campos de concentración.

El hilo de acciones y omisiones de Lenz Buchmann, su idea de la superioridad física y mental de unas personas sobre otras, la violencia latente como forma de comportamiento, la absoluta ausencia de cualquier tipo de compasión por la debilidad, su cosmovisión antagónica de fuerzas en permanente batalla y la percepción de que las masas sólo existen para cumplir los designios individuales de hombres superiores le entroncan directamente con Bruno Langbehn, el fanático dentista alemán que militó en las filas del nacionalismo germánico más feroz y excluyente y acabó siendo pilar de las políticas demenciales del Tercer Reich.

El nacionalsocialismo en el que Bruno Langbehn creyó toda su vida no era sólo una ideología política, sino una visión total del mundo y del comportamiento humano, algo que permeaba todas y cada una de las relaciones sociales y naturales. La construcción de un nuevo tipo de moral fue algo a lo que se dedicaron con ahínco los nazis, pues las antiguas concepciones humanistas que provenían del enciclopedismo y la ilustración del siglo XVIII ya no eran válidas para el nuevo mundo que pretendían alumbrar. Conceptos como la solidaridad o la compasión dejaban paso a la idea de que todas las acciones son posibles y todas son buenas si permiten alcanzar el objetivo, algo que suscribe sin contemplaciones Lenz Buchmann, que como médico, y a tenor de sus ideas eugenésicas, hubiera dado el visto bueno a las políticas de eutanasia del Aktion T4, encaminadas a eliminar a todas aquellas personas señaladas como enfermos incurables o con taras hereditarias, o simplemente calificadas de improductivas.

Es por todo esto que ambos libros se retroalimentan en la vorágine de un viaje al mal con mayúsculas, ese mal que encontramos en el alma podrida del personaje de Tavares, en las certezas asesinas del abuelo de Davidson, ambos unidos por la demolición de una moral que, para ellos, premia a los débiles frente a la concepción darwinista de la supervivencia del fuerte, sin paliativos, sin medias tintas, con la despiadada seguridad que da la credencial de pertenecer a un mundo que no retrocederá ante los caídos.



viernes, 4 de mayo de 2012



He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así.