Papelera de reciclaje. Dietario. Cuaderno de notas y lecturas.

sábado, 18 de febrero de 2012

El ruido de las cosas al caer

En determinados momentos de la vida uno cree ser dueño de su destino, forjador de su suerte y su futuro, cree tener, por fin, las riendas de ese caballo salvaje que son los días y el tiempo, y cree detentar la absoluta certeza de que las cosas que pasen serán sólo y exclusivamente producto de su pericia, de su saber hacer, de la experiencia y habilidad que poseamos para sortear los obstáculos. Nada más lejos de la realidad. El control sobre la propia existencia es una falacia, una ilusión, una perniciosa e insana manera de arrogarnos un papel que no nos corresponde, pues el futuro, es más, la existencia misma y presente de ese o aquel cuerpo, de esa alma, está sujeta a corrientes subterráneas difíciles de prever, a movimientos ocultos en el dorso oscuro de los acontecimientos que, en realidad, nos dejan, como un barco perdido en alta mar, a la deriva, sujetos a decisiones que no nos corresponden, a voluntades que escapan de control, a eventos lejanos sobre los que no podemos poseer ningún tipo de conocimiento.

Así suceden las cosas. Luego, para calmar el tormento que nos provoca el desengaño de unas vidas sujetas a lo impredecible, solemos invocar palabras que acaso nos tranquilizan en nuestra más absoluta duda: accidente, casualidad, destino. Lo sabemos. Y, sin embargo, llegar a la conclusión de que lo que somos se lo debemos más a una cadena de circunstancias que a cualquier otra cosa, a un leve movimiento que encadenándose llega hasta nosotros como un hecho del que no es posible escapar, no nos deja ni mucho menos más tranquilos, pues siempre nos turba esta constatación, y es entonces cuando surge el miedo que se agazapa como un felino al acecho de la presa, el terror que nos sopla en la nuca al vernos tan débiles, tan indefensos, tan desamparados.

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